Cada día en el calendario llega con su trascendencia, su santo, su efemérides. Desde el primero de enero hasta el 31 de diciembre, todos y cada uno guarda un recuerdo, una conmemoración, ya sean universales o particulares, todos significan algo, algo trascendente ocurrió en esa misma fecha en cualquiera de los años precedentes.
Pero no todas las conmemoraciones
representan un sino de alegría, la
reproducción de un instante que levantó la felicidad hacia lo más grande,
existen días en el calendario que representan victorias que constaron más de
una vida y más de mil muertes, existen
fechas marcadas sobre el almanaque, las cuales traen a la memoria días donde la
parábola del apocalipsis pareciera tomar su materialización en ese
instante. Así recuerda Mercedes
Corredor ese “Viernes santo sangriento”
ese ocho de abril de 1966 en el cual, sobre la calle 4 sur del barrio Policarpa, sus habitantes se jugaban a muerte su derecho
a la vivienda.
Foto: cartelurbano.com |
Todo había empezado cinco años
atrás. Familias emergentes de distintas
zonas de la ciudad, las cuales no encontraban un lugar donde vivir, arribaron a los terrenos ubicados detrás del
barrio “La Hortúa” y al costado sur del
Hospital San Juan de Dios, y sobre los
cuales, empezaron a levantar alguna
forma de vivienda, ya fuese en madera,
en latas de zinc o en cambuches de plástico o tela, lo importante era empezar y con el tiempo se
iría levantando la casa que aspiraban.
Pero este ideal costó mucho más
que esfuerzo. La invasión trajo consigo
la respuesta de la policía metropolitana, y con ella, los primeros
enfrentamientos entre los habitantes del
barrio y la fuerza pública que se hicieron pan de todos los días. Cercamientos, enfrentamientos contra la
comunidad, arrestos, entre otras formas
represivas se extendían para sofocar la invasión y no permitir que esta se
expandiera. Ya para el año de 1962, la
comunidad del barrio Policarpa y el Alcalde Mayor de este tiempo, Jorge
Gaitán Cortés, llegaron a un acuerdo.
La Administración les permitía a los habitantes del Policarpa, continuar
subsistiendo en estos terrenos, si estos se comprometían a no extender la
invasión más allá del río Fucha y de la calle Cuarta Sur.
El acuerdo fue sellado y durante
cinco años esto se cumplió. Sin embargo, después de un desalojo realizado en el sector de lo que hoy es el
barrio “San Carlos”, donde un centenar de familias quedaron en la mísera calle . Los vecinos del Policarpa acudieron a su ayuda
recibiéndolos en la casa cultural que
habían logrado construir. Después de
muchos intentos de conseguirles un lugar
para vivir a estas familias con distintas entidades oficiales, y al no obtener
respuesta, el ocho de abril de 1966 viernes santo, el Policarpa entero decide tomarse los terrenos al otro lado del Fucha.
El Policarpa entero estaba
preparado desde tempranas horas de la mañana, sabían que una reprimenda de la
policía se podía dar en cualquier momento. Sin embargo contaban con la premisa
de pensar “es viernes santo” es pecado disparar o golpear en este
día. Pues ni para el alcalde, ni para la
fuerza pública esto importó en lo
absoluto. Y así, desde los ojos y el
testimonio de Mercedes Corredor y Luis
Alberto Cortés, regresaremos a ese
Viernes Sangriento, que aún retumba entre la sangre de quienes lo
presenciaron.
Sobre la calle 4 sur se habían
ubicado una serie de santos para proteger la entrada al barrio, mientras todos
se concentraban en el centro del mismo, atrincherados por si cualquier
cosa.
La policía arribó al barrio en
horas de la mañana, tumbando las figuras
de los santos ubicados sobre las calles 3 y 4 sur, entrando por la carrera décima e iniciando
los enfrentamientos, los cuales duraron todo el día sin dar tregua a descanso
alguno. Ellos tenían armas, los policarpos piedras, ellos tenían bolillos, los
policarpos resistencia, pero las balas
pueden más que las piedras y los heridos
iban cayendo sobre los pastizales que los
vecinos intentaban proteger.
Los heridos eran llevados al
hospital de la Hortúa y luego de ser atendidos, eran arrestados por la policía. Así que la decisión de los médicos del
hospital fue saltar las paredes y las bardas, para unirse a los policarpos
y atender a los heridos desde allí.
Poco a poco el cansancio iba
agotando a los vecinos del barrio, los alzados en resistencia iban mermando sus
fuerzas, hasta que a eso de las tres de la tarde, la resistencia del barrio estaba a punto de caer, y en el momento en que
al parecer ya no daban más, apareció el frente del Movimiento Obrero a unirse a
la resistencia, junto a un centenar de estudiantes de la Universidad Nacional,
y con esto, la resistencia logró salir avante y conservar el barrio. Ya en la
noche, llevando su cadáver en hombros, los vecinos velaban por las
calles del barrio al vecino Luis Alberto
Vega, el gran caído del viernes sangriento, cuyos restos desfilaron por las calles del barrio,
entre lágrimas y fuerza, como se despiden a los caídos en combate.
La represión igual continuó unos
cuantos años más, no con la misma intensidad, dados los acontecimientos del
ocho de abril y que la policía tenía a la prensa encima desde entonces, pero igual
continuó. Intentaron cercarlos, ubicando muros sobre la carrera doce, cual técnicas de asedios aplicados en la segunda
guerra mundial. Pero no demoraban en
levantar los muros en el día, que en tumbarlos los vecinos en las noches, y así otra victoria de la resistencia Policarpa
lograba vencer el cercamiento de la policía.
El Policarpa es un barrio que nació
y se hizo barrio entre la lucha y el asedio, entre todas las formas de guerra
aplicadas contra ellos, entre todos los estigmas de subversión construidos en
su contra, así como lo dice Mercedes Corredor :
“Si ser subversivos es luchar por el derecho a la vivienda, pues sí,
entonces somos subversivos”. Y cómo subversivos construyeron un barrio,
diseñaron y pagaron sus propias vías, sus servicios públicos y su Colegio, el
Jaime Pardo Leal.
Hoy sobre la calle 4 sur, sobre
la misma donde se ubicaron los santos en ese viernes sangriento, en esa misma
donde trasportaron a Luis Alberto Vega,
por donde se atrincheraban para resistir el hostigamiento de casi una
década, desde allí, Mercedes Corredor y Luis Cortés evocan las
gestas que les permite hoy recorrer su barrio como propio. Hoy un barrio de comercio, el centro del comercio
textil de Bogotá, hoy un barrio que cuenta una historia milagrosa a la que muy pocos lograrían sobrevivir.
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