Existen
imaginarios de ciudad, que delimitan las visiones que se tienen sobre uno u
otro territorio. Es curioso que al preguntarle a cualquier transeúnte
desprevenido, si conoce la localidad de Puente Aranda, la respuesta más común
corresponde a ese lugar de Bogotá lleno de industrias y bodegas y donde no vive
nadie. Es claro, se ha construido la idea de Puente Aranda
alrededor de la zona industrial, pero ésta, apenas corresponde a un fragmento
muy reducido de la localidad, cuando en realidad, el setenta por ciento de la misma
corresponde a sectores netamente residenciales.
Pues bien, entre estos sectores
se encuentra el barrio Tibaná, una serie
de conjuntos residenciales ubicados entre la calle tercera y cuarta, y entre
carreras 35 y 34 d Respectivamente.
Tibaná
corresponde a este modelo de nuevos barrios de la ciudad, a la propiedad horizontal que verticaliza las
relaciones entre vecinos, y por tanto hace cada vez más complejo el encuentro
entre los mismos. Tibaná obedece a este
tipo contemporáneo de ocupar el territorio,
y sería tan común a los demás conjuntos residenciales, si no contara con un frondoso parque
empotrado en el centro que une e intercepta a la mayoría de los edificios. Los verdosos pastos, las bancas resultantes de troncos aserrados, los
frondosos árboles que aunque son pocos,
pueden ser suficientes para enmarcar de bosque puro esta pequeña franja
de la ciudad.
En
el costado derecho del parque de Tibaná se encuentra un pequeño local que
generalmente en este tipo de parques, sirven para la instalación de cafeterías
o puestos de alimentos. Pues curiosamente en Tibaná no es así. Este local que bien podría ser una tienda,
sirve como “shut” o centro de
acopio de basuras de todos los edificios del barrio. Allí los residentes se dirigen a depositar su
basura. En los barrios convencionales
las personas sacan sus basuras a la esquina de la calle el día que el camión
del servicio de aseo pasa por allí. En los conjuntos residenciales contemporáneos, la basura se echa por un cajón empotrado en
la pared, del cual, generalmente nunca sabemos a dónde va a parar. Pues en Tibaná, la gente en vez de botar la
basura por un hoyo negro o sacar la
basura a la esquina más cercana, la
lleva al localito este sagradamente desde 1986 cuando se fundó el barrio.
En
este Shut o centro de acopio residuos,
encontramos a Luis Valderrama Gonzales,
un hombre de setenta años de edad, los cuales le ha dedicado veintisiete años a
la atención de este punto. Es él, junto
a su ayudante Pablo Emilio, quienes
reciben las bolsas de basura, separan en la fuente los residuos
orgánicos de los reciclables, lavan las canecas y los containers, y trabajan
sin descanso al servicio de esta comunidad.
Sin
embargo, el modelo de trabajo de Luis no
es tan bien remunerado como lo merece o lo deseáramos. El acuerdo con la administración corresponde
simplemente al uso del espacio, pero su verdadero sustento corresponde a la venta del material
reciclado, y a las ayudas que la
comunidad les quieran brindar voluntariamente.
Luis a sus setenta años no tiene un salario fijo, una seguridad social o
una pensión, él a su extensa edad
debe darse su propia lucha para
sobrevivir, y debe así mismo con el recurso de la venta del reciclaje, comprar los elementos para la limpieza de las
canecas y los containers.
Sin
embargo, en esta lucha diaria, se ha
sostenido Luis por los últimos veintisiete años, asistiendo sin falta al centro
de acopio de residuos, prestando una labor fundamental, no sólo
para el barrio, sino para el sostenimiento ambiental de la ciudad, Seres como Luis son los que se necesitan para
salvar el planeta, pues son ellos quienes cumplen la labor por nosotros,
nosotros que echamos todos los residuos en la misma bolsa, nosotros que olvidamos el sentido propio de
proteger un planeta que agoniza en su propia contaminación, y el servicio de
Luis es tan valeroso por eso. Pero el
reciclaje está asociado a la mendicidad,
a la informalidad, y siendo una labor tan necesaria, las condiciones de
dignificación de su labor son las más precarias para Luis, y sin embargo, Luis
ha continuado allí, sirviendo a
una comunidad por lo que sea, por lo que quieran darle.
Una
querella de la alcaldía local, pronunciada al conjunto residencial Tibaná, ordenó que el shut de basura debe
desaparecer de donde se encuentra ubicado, ordenando así mismo destinar un
espacio cerrado con acceso, sólo para los residentes. Con estas determinaciones, la comunidad de
Tibaná aún no tiene claro que sucederá con Luis y su trabajo, tal vez después
de veintisiete años dedicados a una labor incansable y poco remunerada, deba levantar sus pasos y buscar su
supervivencia en otro lugar, exiliado errante sin destino fijo, en una
ciudad que no reconoce la labor del
reciclador como vital para todos nosotros. Tal vez veremos en un tiempo a Luis, en otro barrio, en otra comunidad, con una vida a cuestas y un trabajo forzoso y
dispendioso que el a su avanzada edad, lo sigue realizando. Tal vez lo
encontremos en condiciones mejores, o tal vez
encontremos un nuevo tiempo en que el
reciclar sea una labor digna, tan digna como Luis, y como todos quienes reciclando, evitan la
continua destrucción de un planeta aunque ninguno de nosotros le reconozcamos algo a todo lo que hacen por
él.
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