jueves, 19 de diciembre de 2013

HISTORIAS INÉDITAS DE PUENTE ARANDA (o la historia de un reciclador en Tibaná)


Existen imaginarios de ciudad, que delimitan las visiones que se tienen sobre uno u otro territorio. Es curioso que al preguntarle a cualquier transeúnte desprevenido, si conoce la localidad de Puente Aranda, la respuesta más común corresponde a ese lugar de Bogotá lleno de industrias y bodegas y donde no vive nadie.  Es claro,  se ha construido la idea de Puente Aranda alrededor de la zona industrial, pero ésta, apenas corresponde a un fragmento muy reducido de la localidad, cuando en realidad, el setenta por ciento de la misma corresponde a sectores netamente residenciales.  Pues bien,  entre estos sectores se encuentra el barrio Tibaná,  una serie de conjuntos residenciales ubicados entre la calle tercera y cuarta, y entre carreras 35  y 34 d Respectivamente.
Tibaná corresponde a este modelo de nuevos barrios de la ciudad,  a la propiedad horizontal que verticaliza las relaciones entre vecinos, y por tanto hace cada vez más complejo el encuentro entre los mismos.  Tibaná obedece a este tipo contemporáneo de ocupar el territorio,  y sería tan común a los demás conjuntos residenciales,  si no contara con un frondoso parque empotrado en el centro que une e intercepta a la mayoría de los edificios.  Los verdosos pastos, las bancas  resultantes de troncos aserrados, los frondosos árboles que aunque son pocos,  pueden ser suficientes para enmarcar de bosque puro esta pequeña franja de la ciudad.

En el costado derecho del parque de Tibaná se encuentra un pequeño local que generalmente en este tipo de parques, sirven para la instalación de cafeterías o puestos de alimentos. Pues curiosamente en Tibaná no es así.  Este local que bien podría ser una  tienda,  sirve como “shut”  o centro de acopio de basuras de todos los edificios del barrio.  Allí los residentes se dirigen a depositar su basura.  En los barrios convencionales las personas sacan sus basuras a la esquina de la calle el día que el camión del servicio de aseo pasa por allí. En los conjuntos residenciales contemporáneos,  la basura se echa por un cajón empotrado en la pared, del cual, generalmente nunca sabemos a dónde va a parar.  Pues en Tibaná, la gente en vez de botar la basura por un hoyo negro  o sacar la basura a la esquina más cercana,  la lleva al localito este sagradamente desde 1986 cuando se fundó el barrio.
En este Shut o centro de acopio  residuos, encontramos a  Luis Valderrama Gonzales, un hombre de setenta años de edad, los cuales le ha dedicado veintisiete años a la atención de este punto.  Es él, junto a su ayudante Pablo Emilio, quienes  reciben las bolsas de basura, separan en la fuente los residuos orgánicos de los reciclables, lavan las canecas y los containers, y trabajan sin descanso al servicio de esta comunidad.
Sin embargo,  el modelo de trabajo de Luis no es tan bien remunerado como lo merece o lo deseáramos.  El acuerdo con la administración corresponde simplemente al uso del espacio, pero su verdadero sustento  corresponde a la venta del material reciclado,  y a las ayudas que la comunidad les quieran brindar voluntariamente.  Luis a sus setenta años no tiene un salario fijo, una seguridad social o una pensión,  él a su extensa edad debe  darse su propia lucha para sobrevivir, y debe así mismo con el recurso de la venta del reciclaje,  comprar los elementos para la limpieza de las canecas y los containers.


Sin embargo, en esta lucha diaria,  se ha sostenido Luis por los últimos veintisiete años, asistiendo sin falta al centro de acopio de residuos,     prestando una labor fundamental, no sólo para el barrio, sino para el sostenimiento ambiental de la ciudad,  Seres como Luis son los que se necesitan para salvar el planeta, pues son ellos quienes cumplen la labor por nosotros, nosotros que echamos todos los residuos en la misma bolsa,  nosotros que olvidamos el sentido propio de proteger un planeta que agoniza en su propia contaminación, y el servicio de Luis es tan valeroso por eso.  Pero el reciclaje está asociado a la mendicidad,  a la informalidad, y siendo una labor tan necesaria, las condiciones de dignificación de su labor son las más precarias para Luis, y sin embargo,  Luis  ha continuado allí,  sirviendo a una comunidad por lo que sea, por lo que quieran darle.



Una querella de la alcaldía local, pronunciada al conjunto residencial  Tibaná, ordenó que el shut de basura debe desaparecer de donde se encuentra ubicado, ordenando así mismo destinar un espacio cerrado con acceso, sólo para los residentes.   Con estas determinaciones, la comunidad de Tibaná aún no tiene claro que sucederá con Luis y su trabajo, tal vez después de veintisiete años dedicados a una labor incansable y poco remunerada,  deba levantar sus pasos y buscar su supervivencia  en otro lugar,  exiliado errante sin destino fijo, en una ciudad que no reconoce la labor del  reciclador como vital para todos nosotros.  Tal vez veremos en un tiempo a Luis,  en otro barrio, en otra comunidad,  con una vida a cuestas y un trabajo forzoso y dispendioso que el a su avanzada edad, lo sigue realizando. Tal vez lo encontremos en condiciones mejores, o tal vez  encontremos un nuevo tiempo en que el  reciclar sea una labor digna, tan digna como Luis,  y como todos quienes reciclando, evitan la continua destrucción de un planeta  aunque ninguno de nosotros  le reconozcamos algo a todo lo que hacen por él. 

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