martes, 17 de diciembre de 2013

UN PASEO POR LA DIEZ

Existen calles congestionadas a cada momento del día,  calles desiertas por donde ni la brisa de la mañana toca alguna forma de vida. Existen calles populares por donde las voces y el comercio se enmarañan sobre las losas y los aparadores.  Pero también las hay, las históricas, esas que están aquí desde el principio de los tiempos cuando la ciudad se empezó a llamar ciudad, esas calles que primero fueron caminos reales, esas mismas por donde transitaron los primeros moradores de Bogotá, y que hoy,  representan una fibra pura del sentido de existir de la ciudad. 
Esto no es nuevo, no somos los primeros en mencionar a la Candelaria como el corazón histórico de la ciudad, y por lo tanto no representa novedad alguna para todo aquel que tiene contacto  con Bogotá.  Siendo esto así,  la naturaleza propia de las calles de la Candelaria, toman un matiz diferente y especial  para el interés de todos, y sobre todo de sus residentes, de los que conviven allí en el corazón de la ciudad día a día, reconociendo que, sobre estas calles, la forma de asumir las mismas tienen otra naturaleza, y por tal otras formas de vida.


La Calle décima entre la carrera primera y séptima, sostiene entre sí misma,  esos aditamentos mencionados anteriormente y mucho más, cuando esta vía es la entrada  a la Candelaria por la Avenida Circunvalar,  cuando entre su pendiente  se deslizan los pasos de muchos que ingresan al centro histórico entre sus adoquines que guardan por cada paso una forma de memoria de lo que significa caminar.  Es así,  la calle 10 invita a caminar,  a caminar a propios y extranjeros,  a confluir  entre rostros que se encuentran en la vía y las edificaciones antiguas que sostienen sus contornos. No debe ser casualidad que el Teatro Taller de Colombia tenga su sede sobre esta calle, a la altura de la carrera Primera.


El Teatro Taller es  una agrupación de artes escénicas especializada  en  el “Teatro de Calle”,  y durante cuarenta años se ha sostenido entre nosotros, llevando el arte dramático a las vías, los parques y todo aquello que signifique espacio público.
Al visitar las instalaciones del Teatro Taller nos encontramos con Luis Vicente Estupiñán,  un actor y director de teatro con más de veinte años de trayectoria en el arte de calle. Luis Vicente,  o “Elvis” como es conocido en el medio habla de la calle, habla del sentido propio de llevar el arte al espacio abierto en donde confluimos todos.    Elvis reconoce  cómo  la calle es más que el espacio público, y lo refiere de esta manera:
-          Somos herederos de una tradición centenaria de personajes de calle, culebreros, vendedores ambulantes, saltimbanquis, y Colombia tiene una tradición festiva en la calle.

 Y es así, porque en la calle hemos construido las formas de existir como seres sociales, como seres que nos buscamos y nos necesitamos el uno con el otro, pero también en la calle hemos construido una cultura,  hemos levantado formas de existir que nos reconoce como humanos, en la calle  hemos levantado batallas en contra de la soledad

         - La calle el lugar de comunicación con los seres humanos, suena fascinante encontrarse con el otro en la calle

Y con esto Elvis nos habla que la calle son rostros,  rostros que se adhieren a las construcciones, a las losas de los adoquines,  los rostros que han construido historia, que dibujan presentes,  que sueñan futuros,  los rostros que entre sus encuentros abren el preludio de una posibilidad de vida,  los rostros que se miran unos con otros, algunos pasan de largo, y otros se detienen para quedarse mutuamente en la vida de cada uno.

El teatro Taller ha llevado el arte a las comunidades que transitan en la vía,  se han regodeado de rostros y miradas, de risas y aplausos, ha despertado sentimientos, a combatido soledades,  El Teatro Taller en estos años ha hecho renacer la calle como espacio de vida, como espacio de encuentro, como una forma pura de despertar el día a la ciudad y hacerla sonreír.

A un costado del teatro Taller, se encuentra el Hotel Muisca.  Allí, su administrador Juan Carlos García nos habló de la cantidad de visitantes extranjeros que tiene el hotel y que caminan por las aceras de la Candelaria,  expectantes de conocer ese centro colonial que aún se sostiene sobre una metrópoli que se niega a abandonar su historia en la  Candelaria. Sin embargo,  menciona como durante mucho tiempo, la calle 10 se halló completamente derruida, con sus adoquines deteriorados, que ponían en dificultad el paso del transeúnte, de los carros que intentan ingresar a la candelaria por la circunvalar,  y del aspecto deplorable que el estado de la vía dejaba a la calle misma.




Después de dos años de deterioro, hoy se reconstruye la calle 10, con adoquines nuevos, y con el sentido propio de conservar lo verdadero,  de conservar la esencia misma de la calle 10 que se empotra en sus centurias de tiempo que se hacen venas de la Bogotá misma, hoy de nuevo la calle 10 se engalana y revive para todos,  en una Bogotá que encuentra su realidad en su humanidad, su historia, su tradición.






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