lunes, 16 de diciembre de 2013

REMEMBRANZAS DEL SUCRE EN CHAPINERO




Calle 42 carrera 13, una tarde común de día de mitad de semana,  la innumerable cadena de buses que se agolpan sobre la estrecha carrera 13, la innumerable cadena de rostros que caminan de sur a norte y  de norte a sur, algunos camino hacia las Universidades Piloto o Javeriana, algunos otros en dirección a las oficinas de los bancos o de una que otra empresa ubicada en esta zona de la ciudad, una innumerable cadena de locales comerciales que van desde cafeterías y fruterías, papelerías,  concesionarios de automóviles, una cantidad de rostros flotantes que caminan todos los días sobre las mismas aceras sin detenerse a observar donde se encuentran.
Calle 43 carrera 13, la funeraria Gaviria se encuentra de puertas abiertas, recibiendo dolientes que despiden a alguien. Todos los días alguien muere en Bogotá,  y todos los días la Gaviria recibe las honras fúnebres de quienes se despiden de este mundo,  todos los días hay rostros enlagunados entre la lágrima y el desasosiego de verlos a ellos por última vez.
Y en el centro entre la calle 42 y la 43, sobre un pequeño parque empotrado entre la cafetería y la Gaviria,  se sostiene el busto de Carlos E Restrepo,  ese que fue presidente de Colombia por allá en 1914, ese mismo que le ajustó cuentas a los gringos por la pérdida de Panamá, ese mismo que redujo la deuda y recompuso el camino del país, así fuese por un tiempo relativamente corto en el trasegar de esta república, ese mismo se empotra  allí acompañado muchas veces de habitantes de calle que toman la siesta sobre las bancas o los pastizales que se adhieren a este pequeño parquecito incrustado en uno de los sectores más movilizados de la ciudad de Bogotá. 
Esto es lo que conocemos del barrio Sucre de Chapinero, aunque para la mayoría de nosotros  ni siquiera sabemos que así se llama, que es un barrio, que tiene un nombre, un registro catastral. Para la mayoría de los Bogotanos es un simple lugar por donde pasan casi todos los días,  y para una gran mayoría de los Bogotanos, es ese lugar a donde fueron a despedir a su respectivo finado,  nada interesante se despliega entre sus losas y sus edificaciones, casi nadie se detiene a observar  el busto de Carlos E  Restrepo, o a conmoverse con  aquellos que se estacionan en la Gaviria en el rito profundo de la muerte. Simplemente es un lugar por donde se pasa,  por donde sólo se encuentran locales y empresas ubicadas, por donde al parecer nunca ha habitado nadie. 
Pero si nos detuviéramos a observar, a comprender que estas calles del barrio Sucre nunca fueron lo que percibimos ahora,  que en realidad fue un sector residencial  avasallado por el comercio y la centralidad de su ubicación en el mundo,   que fue pensado y construido dentro del marco de la arquitectura moderna de la que se vistió Bogotá a principios del siglo XX, construida a partir del diseño de las casas inglesas, con un ático, un solar, con fachadas en ladrillo y enmarcado en toda una estética que al parecer a nadie le importa mucho en estos tiempos. Si nos detuviéramos a observar aquello, percibiríamos que aún residen  personas en este conjunto de edificaciones compuesta de tres calles.
Rosa García es una de las últimas residentes de este barrio, quién cuenta que llegó allí en los años sesenta,  cuando las casas eran casas, y el barrio era para ser habitado, cuenta como en el principio,  el sector se engalanaba de  exquisitez entre sus formas,  adquiriendo una casa cuyo diseño arquitectónico, tanto interior como exterior, le daba a comprender que no le envidiaba nada a vivir en Londres o cualquier ciudad Europea.  Este barrio sucre, esta pequeña bahía compuesta de quince casas de corte inglés era hogar de una cultura netamente bogotana en la cual se tomaba chocolate con queso a las cuatro de la tarde,  y se hablaba de arte, política y el destino del país. 
Esto lo recuerda muy bien Rosa García,  pero de un momento a otro,  al parecer el sector no fue suficiente,  o tal vez las ofertas económicas por los predios, puesto que un día sus vecinos empezaron a exiliarse,  dejando sus casas para empresas o lugares de comercio. De pronto apareció en su costado un centro de  servicio automotriz,  posteriormente un parqueadero, luego una vivienda transformada en pequeños locales, luego una Universidad, y luego la Funeraria Gaviria, y de pronto ella y su esposo se vieron solos,  entre muchos rostros que pasan sumergidos en la no comunidad de encontrarse en un “no lugar “

Después de conversar con Rosa por algunos minutos, ella declaró con voz firme y sin reparo
       -           Y nosotros estamos vendiendo
Como los últimos,  que abandonan el Sucre para dejárselo al comercio como lo hicieron los demás,  abandonando una casa de esas que como pocas quedan en la ciudad pero que son huellas de su misma historia. 


Dicen que a los últimos que salen deben cerrar y apagar la luz,  la luz de un barrio que ahora es un sitio de todos, un sitio de nadie, un sitio  comercial de la ciudad. 

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