miércoles, 11 de diciembre de 2013

Narrar la Calle es narrar la Vida.

Hoy somos testigos del crecimiento desaforado de nuestra querida Bogotá, el concreto se expande en el territorio como si quisiera devorarlo todo, lo que hace unas cuantas décadas eran poblaciones alejadas de la urbe, hoy en día hacen parte de una de las 20 localidades que conforman esta gran ciudad; lo que hace unos años eran grandes humedales, ríos cristalinos y bosques nativos, es hoy hábitat de miles de personas provenientes de todas partes del país. Sí, Bogotá es refugio de las esperanzas de miles de colombianos que encuentran en la capital una oportunidad para hacer renacer o hacer prosperar su vida. Esto ha significado una oportunidad de vida para muchos pero en esa transformación también es mucho lo que hemos perdido y olvidado.

Con este crecimiento desenfrenado son muchos los humedales que han desaparecido para darle lugar a centros comerciales; son muchos los ríos que han sido envenenados por causa del “desarrollo industrial” y también son muchos los árboles que hoy hacen parte del olvido. En medio de este crecimiento del asfalto la ciudadanía se dio cuenta de que no es posible la vida sino se protege la vida misma, por esta razón se pronunció a favor de un programa de gobierno que considera el cuidado del agua como un eje central de su plan de desarrollo, la política del amor de la cual habla el alcalde mayor  hace parte de una política por  la vida que reconoce que no habrá forma de crecer como ciudad, ni siquiera de subsistir como humanidad si no aprendemos a cuidar el agua y organizar nuestro territorio en torno a ella.

La Unidad de Mantenimiento Vial es parte importante de la política del amor de la Bogotá humana, su misión de recuperar y mantener en buen estado la malla vial local de la ciudad se cumple dándole preponderancia al ser humano que habita alrededor de la calle, la UMV se preocupa y se ocupa de los huecos que hacen los carros en la ciudad, pero sobre todo se ocupa de los niños y las niñas que sueñan con volver a jugar alrededor de sus calles en buen estado, la UMV se ocupa de los jóvenes que reencuentran sus miradas en las calles que los invitan a recorrerlas como parte de su propia historia personal, la UMV se ocupa de la esperanza de los ancianos y las ancianas que anhelan volver a recodar las historias que un día tejieron en sus calles, es allí donde conocieron su primer amor, es ahí donde sembraron los sueños del porvenir de sus hijos. Es ahí, en la calle, donde las historias de vida de las personas sobreviven al asfalto y es a través del encontrar esas historias como encontramos la humanidad que brota de la calles de nuestra ciudad.

El trabajo que realiza la UMV en las 20 localidades de Bogotá reparando las vías deterioradas y recogiendo las historias de sus gentes incluye todos los estratos socio-económicos, incluye barrios nuevos y otros que han estado desde la fundación misma de la ciudad en el año de 1538. Bogotá cuenta con una enorme riqueza humana, inmigrantes de todas las regiones del país no han cesado de venir desde mediados del siglo XX debido a que aquí han encontrado refugio al horror de la guerra y otros han encontrado una oportunidad que no les ofrecía la provincia. Cualquiera que haya sido la razón de su arribo a esta ciudad, Bogotá siempre ha sido sinónimo de esperanza y siempre ha sabido acoger a quienes buscan un lugar donde germine un sueño de vida, un sueño de cual la UMV se ha hecho participe.


Que no se calle la calle…

Bogotá se configura como un territorio pluriétnico, multicultural donde los sueños de todos los colombianos tienen la posibilidad de germinar. Este territorio hace cinco siglos era llamado por sus habitantes, los muiscas, Bacatá que significa ‘Territorio de la semilla del espíritu originario’, y a través de todos estos siglos la vida de sus habitantes ha ido dejando sus huellas en sus casas, edificios, bibliotecas, hospitales, parques… pero sobre todo en sus calles, lugares donde se desarrolla por excelencia el concepto de lo ‘publico’ por ser este espacio de encuentros y desencuentros, sinónimo de igualdad ya que todas las personas pueden acceder a ellas; las calles nos han servido para comunicarnos, para unir los lugares que conforman nuestra vida en sociedad, ellas han sido testigos silenciosas de nuestro crecimiento, como seres humanos y como ciudad.

En la Bogotá Humana la ciudadanía ha priorizado en el presupuesto el arreglo de sus calles y este gobierno ha decidido que la voz del ciudadano no sea más un grito desesperado y solitario sino por el contrario que la voz de la gente sea el mandato de sus gobernantes, por eso se invierte una significativa parte del presupuesto distrital en el arreglo de las calles, pero teniendo siempre presente la visión de construir humanidad en cada obra que se realice en la ciudad.
Por tal motivo se busca que al momento de reparar una vía, la voz que guarda la memoria de esa calle, de ese barrio, de esa esquina, también sea escuchada; que la voz de las personas que han vivido esa calle sea el mejor de los monumentos que le hacemos a la historia de esta ciudad.   

Desde esta perspectiva consideramos a la calle como un gran archivo de la sabiduría popular. Las calles de la ciudad conforman en su conjunto una biblioteca del saber universal vivenciado por miles de abuelos y abuelas que han sido testigos del trasegar del tiempo a través de la transformación de su cuadra; por miles de niños y niñas que han dejado grabadas en el asfalto el eco de sus risas y llantos y la memoria eterna de sus juegos; por miles de historias de amor que fueron responsables de que la vida se siguiera perpetuando en la ciudad.

Para que la voz de la memoria que tiene la calle no sea acallada hemos iniciado el viaje al corazón de la calle, a recoger la memoria de ese corazón. Para lo cual vamos a ‘conversar’ con las personas que habitan alrededor del hueco que será intervenido, nos disponemos como Unidad de Mantenimiento Vial a escuchar a la gente, lo que para el pensamiento de los ancestros el territorio de Bacatá significa viajar en la palabra del otro. Testimonios de ancianos, ancianas, niños, niñas, jóvenes, trabajadores, habitantes de la calle, recicladores… en general de diversos personajes que surgen alrededor de esa calle y que puedan contarnos una parte de su historia en la vía. De ahí surgirán quienes recuerden los hechos más importantes que esa calle ha atestiguado, como la visita de personajes famosos o eventos de recordación perdurable que fueron contados por sus abuelos o simplemente sus recuerdos de vivencias sencillas que hacen que cada calle de Bogotá se única para quienes la habitan.


Podremos encontrarnos con historias que nos cuenten de cómo era el territorio antes de que se construyeran esas calles, quizá encontremos historias de ríos silenciados o humedales extinguidos o de árboles gigantes que sirvieron para marcar pactos de amor de sus abuelos y sus padres y que hoy ya no son recordados. 

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