Con un dejo de
nostalgia entre su voz, Carlos
García, habitante del barrio Samper
Mendoza, recuerda cuando, sobre la
esquina de la calle 23 con carrera 24, allí mismo donde al día de hoy funciona
un almacén de repuestos para motores y
electrodomésticos; se sostenía sobre
esta calle el famoso Teatro América.
Corrían los años
sesenta del siglo XX y el furor del cine mexicano había apoderado los
gustos de la Bogotá popular de ese
momento, las películas de Pedro Infante
y Javier Solís, El Santo, Cantinflas, entre otros personajes se tomaban
las salas de Cine y sobre todo, aquellas que se ubicaban en los sectores
populares de la ciudad, como el Teatro América,
ubicado en el costado occidental del barrio, donde por un Peso con
cincuenta se podía acceder a la función vespertina o matinal.
Así era el Samper
Mendoza, un barrio Popular ubicado cerca
a la empresa de Ferrocarriles, cuyos habitantes en su mayoría trabajaban para esta corporación ferroviaria
sobre la primera mitad del siglo XX. El
Samper Mendoza tiene tanta historia
sobre sus losas, sobre las huellas dejadas por generaciones de familias
que se fueron de allí hace mucho tiempo, que dejaron el barrio popular para
dejárselo a la industria y el comercio.
Carlos García, uno de los habitantes que aún sobrevive en el barrio, y
quién ha transitado su vida por las calles del Samper, puede narrar lo que fue el barrio, y sobre
todo esa calle 23, una calle de industria donde alguna vez creció la vida.
Según Carlos, las casas construidas en el Samper, eran
viviendas que alcanzaban los 24 metros de largo por 12 de frente, eran viviendas inmensas donde se ubicaban
familias enteras que se reunían en la calle, ya fuese para encontrarse en la
esquina, para ir al teatro América, o para reunirse en la cancha de fútbol del
Samper, la cual desapareció hace mucho tiempo, pero que según Carlos, entregó
algunas glorias del fútbol nacional:
Moisés Pachón, Alfonso Cañón, son
algunos de los nombres de aquellos jugadores que integraron los equipos
Bogotano de primera división, y no sólo el fútbol, de la misma manera las reuniones navideñas y los adornos en la
calle que hacían reunir a las familias
en las fiestas de final de año, hacían del
Samper, un barrio en donde la integración popular se manifestaba entre su aire y las losas de sus calles.
Samper, un barrio en donde la integración popular se manifestaba entre su aire y las losas de sus calles.
Pero llegó el
exilio, una transformación del barrio
inexplicable que conllevó a la desaforada venta de casas para fábricas e
industrias que encontraban en las viviendas del Samper, instalaciones precisas
para sus proyectos, de las calles del
Samper se fueron desvaneciendo las
formas conocidas de existir entre el barrio,
el Teatro América , la cancha de fútbol,
los partidos de banquitas sobre la calle 23, y entre uno y otro
exilio, las calles se fueron tornando frías, las noches oscuras, y una especie de
soledad ávida en el no estar, dejaron que el Samper se convirtiera en un
mero recuerdo, que pocos hoy sostienen, los que aún no desertan, los que aún
conservan su casa y su nostalgia
adscrita.
Actualmente el barrio
Samper Mendoza es un sector industrial
ubicado en el centro de Bogotá, entre las calles 26 y 19, y entre carreras 20 y 27,
se encuentra adyacente a la zona
de tolerancia del barrio Santa fe y su
zona residencial se reduce a la calle 23 con carrera 27. Si uno se detiene a caminar por sus calles,
se pueden encontrar algunos vestigios de
lo que fue la vida en este barrio, algunos rostros de hombres y mujeres
que permanecen allí y que pese a la industrialización no quisieron irse.
También se ven algunas casas que se conservan la arquitectura antigua del
barrio, que permanecen intactas entre el tiempo y los ires y venires de la
historia, y donde
queda un precedente de algo que fue Bogotá en el siglo XX, algo que fue el vivir popular de la Bogotá de antaño, de una ciudad que se transforma entre sus formas con el tiempo y los movimientos de la historia. El Samper entre sus calles es el reflejo de una calle olvidada, de una calle donde las voces cotidianas cambiaron la estrofa, y de los movimientos humanos, mutaron en los movimientos de las máquinas y los camiones de carga. Esto es el Samper, una nostalgia de esos hombres, mujeres y familias que se fueron con el ferrocarril, con la plaza, el teatro, la cancha de fútbol y los recuerdos que hoy son casi imposibles de encontrar.
Excelente historia.
ResponderEliminarMi abuelo fue el fundador de aquel teatro América, el teatro inicialmente funcionaba junto a la iglesia del barrio y luego fue creciendo hasta que llego a la bodega que ustedes muestran y mencionan en su publicación, pero algún día por cosas del destino e infortunio desapareció; Situación que golpeo gravemente el estado de salud de mi abuelo.
Hoy en día para mi, solo quedan las historias que contaba mi abuelo de aquel teatro y como evidencia de que todo eso existió; su testimonio y tres maquinas de cine viejas y polvorientas con muchas películas de aquella época.
Gracias.
Si tiene películas viejas comuníquese con el Ministerio de Cultura, para que las desempolven pues son incunables de la historia de la cinematografía.
ResponderEliminarMi apellido coronado también es de los primeros pobladores de el barrio mi bisabuelo vendió los predios para que se construyera el convento y nuestra casa quedaba sobre la carrera 27 pero por desacuerdos la vendieron y logre conocer parte de esta barrio bello antiguo y que triste y lastimoso es que ya no exista como era antes
ResponderEliminarMi abuela María del Carmen Paiba vivió y trabajó allí, en la fábrica Lafayette. Murió muy joven de tuberculosis y en esa empresa le dieron un dinero a mi abuelo Marcos, con el cual pudo comprar un lote y construir una casita.
ResponderEliminar